Como reproducción, imagen documental o vector de comunicación, la fotografía ocupa un lugar destacado en la conservación y la valorización de los documentos patrimoniales que custodian las bibliotecas.
Desde su desarrollo en la década de 1930, el microfilm se impuso como soporte para difundir los fondos y archivarlos de forma perenne. Esta película fotográfica se conserva durante más de cien años y es fácil de duplicar. Sin embargo, a menudo se trata de un método de reproducción en blanco y negro, que por tanto oculta, por definición, la riqueza de los colores y la fineza de la decoración de las obras. Además, su consulta requiere el uso de dispositivos específicos.
Como complemento del microfilm, para restituir mejor la calidad de las ilustraciones, las miniaturas y los dorados, las películas fotográficas de color se han ido generalizando cada vez más. Tanto las películas negativas como las películas positivas o diapositivas facilitaron la constitución de fototecas indispensables para la investigación científica y la producción de soportes de comunicación.
En la actualidad, en las bibliotecas, los formatos digitales han sustituido a las películas fotográficas tradicionales. Las imágenes digitales son fáciles de producir, procesar, consultar y publicar, pero su conservación perenne no deja de ser un reto.
La fotografía también es de gran valor para dejar constancia de las distintas tareas de restauración de los documentos patrimoniales. Permite establecer la historia material de las colecciones, evaluar las intervenciones pasadas, conservar una prueba del estado físico de las obras y un testimonio de la evolución posible de su degradación.
Para tomar fotografías de obras de interés patrimonial, se necesitan una metodología rigurosa y una cuidadosa manipulación de los objetos. La fidelidad de la imagen con respecto al objeto fotografiado es primordial. Una escala colorimétrica graduada en centímetros ayuda a evaluar el tamaño del objeto y garantiza una restitución óptima de los colores en la fase de posproducción.
La fotografía fija un instante y deja una impronta, testimonio esencial de la vida de los documentos.
La conservación perenne o el archivado perenne de los archivos digitales consiste en un conjunto de métodos y herramientas que tienen como finalidad guardar y describir dichos archivos para que sigan estando disponibles en los siglos por venir. Dada la rápida evolución de las tecnologías digitales, los métodos y herramientas se reevalúan con regularidad.
Es importante distinguir entre la mera acción de guardar un archivo en un disco duro o en un servidor a distancia (en la nube), dándole un nombre que lo describa de manera breve, y la conservación perenne, que se basa en tres líneas directrices fundamentales:
Los metadatos son un eslabón esencial en el proceso de conservación perenne. Consisten en información descriptiva sobre uno o varios archivos digitales.
Hay varios formatos de metadatos en función del tipo de documento descrito y de la forma en que se presenta. Los metadatos se pueden guardar en un archivo independiente o insertar en los propios documentos, sin que por ello resulten visibles de forma directa. Esta información descriptiva puede referirse al contenido intelectual del documento, a sus características informáticas, a los derechos de autor o a sus condiciones de divulgación.
Los especialistas están siempre atentos a la evolución de los formatos de los metadatos para adaptarlos, si es preciso, según las innovaciones tecnológicas.